No solo fue el artífice de la independencia de Argentina, Chile y Perú, sino también un hombre de ideas firmes, convicciones revolucionarias y una profunda vocación de servicio.
1. La Logia Lautaro, la sociedad secreta revolucionaria
Recién llegado a Buenos Aires en 1812, San Martín fundó una sociedad revolucionaria secreta llamada Logia Lautaro. Inspirada en la tradición masónica y con miembros que compartían el mismo objetivo, esta logia tenía como fin principal luchar por la independencia de las colonias españolas en América. Fue un núcleo clave para la planificación de la guerra de independencia, mostrando la visión estratégica y el compromiso de San Martín con la causa revolucionaria.
2. Un encuentro con los pueblos originarios
Antes de emprender la histórica travesía de los Andes, San Martín se reunió con caciques pehuenches en 1816. Con una gran muestra de respeto, les solicitó permiso para atravesar sus territorios. San Martín siempre reconoció a los pueblos originarios como los verdaderos dueños de la tierra y buscó establecer alianzas en lugar de conflictos, comprendiendo la importancia de su apoyo en la lucha por la independencia.
3. El soltero más codiciado de Buenos Aires
Durante su estancia en Buenos Aires, San Martín se convirtió en uno de los solteros más codiciados de la ciudad. Las familias porteñas lo invitaban con frecuencia a sus casas, viéndolo como un excelente candidato para sus hijas. Este interés no solo se debía a su atractivo y prestigio militar, sino también a su carácter y su posición dentro de la sociedad.
4. El Ejército de los Andes: una hazaña logística
La creación y movilización del Ejército de los Andes es una de las proezas logísticas más impresionantes de la historia militar. San Martín organizó un ejército de 5.200 personas, que incluía a soldados, civiles y esclavos liberados. Para llevar a cabo la travesía, dispuso de 10.000 mulas, 1.600 caballos, 600 vacas y un considerable arsenal de armamento, que incluía 900 tiros de fusil y carabina, 2.000 balas de cañón, 2.000 de metralla y 600 granadas. Esta impresionante fuerza fue clave en la liberación de Chile.
5. Un políglota y amante de los libros
San Martín era un hombre de vasta cultura. Manejaba con total naturalidad varios idiomas, entre ellos inglés, francés y latín, lo que le permitía acceder a un amplio espectro de conocimientos. Su amor por la lectura era tal que siempre llevaba consigo su biblioteca personal, asegurándose de estar al día con las ideas y tácticas más avanzadas de su tiempo.
6. Reformas en Cuyo: un gobernador adelantado a su tiempo
Como Gobernador de Cuyo, San Martín implementó importantes reformas en los sistemas sanitario, educativo y carcelario. Una de sus primeras medidas fue prohibir los castigos corporales a los niños, adelantándose a su época en la protección de los derechos infantiles. También impulsó mejoras en la salud pública y en las condiciones de los prisioneros, mostrando su interés por el bienestar general de la sociedad.
7. El lado musical del Libertador
Además de sus talentos militares y políticos, San Martín era un excelente guitarrista. En los momentos de tregua durante la guerra, solía dar pequeños conciertos improvisados para sus compañeros, mostrando una faceta más relajada y humana que fortalecía los lazos dentro de su ejército.
8. Un regreso frustrado a la patria
En febrero de 1829, San Martín estuvo a punto de regresar a suelo argentino, pero su deseo de volver se vio frustrado por la noticia de la revolución de Lavalle contra Dorrego. Al enterarse, decidió no desembarcar, para no verse involucrado en las luchas internas que dividían al país. Permaneció en Montevideo durante tres meses, rechazando ofertas de cargos como la jefatura del ejército uruguayo y la gobernación del país, siempre fiel a su principio de no tomar parte en conflictos que consideraba ajenos a la independencia.
9. Los últimos días de un héroe
En 1850, la salud de San Martín estaba severamente deteriorada. Sufría de asma, reuma, úlceras y estaba prácticamente ciego. A pesar de su condición, mantuvo su dignidad y claridad mental hasta el final. El 17 de agosto, a los 72 años, falleció en su exilio voluntario en Boulogne-sur-Mer, Francia. En su testamento, expresó su deseo de que su sable, con el que había liberado a medio continente, fuera entregado a Juan Manuel de Rosas, y que su cuerpo descansara en Buenos Aires, la tierra que tanto amó.