Tras 17 años de exilio y proscripción Juan Domingo Perón regresaba a la Argentina. Así, el 17 de noviembre de 1972 comenzaba a cerrarse un ciclo de persecuciones y dictaduras, inaugurándose otro marcado por la esperanza y un amplio consenso social.
Un hombre alto, robusto, de traje oscuro y una sonrisa que ilumina el gris del día, saluda con los brazos en alto como si quisiera abrazarse con todos. A su lado otro hombre, bastante más bajo que él, lleva al cielo un paraguas negro y replica aquella misma sonrisa. Lo demás: una pista mojada, algunos autos, algo de la nutrida comitiva. La foto no necesita epígrafe. Forma parte, de algún modo, de la memoria colectiva: Juan Domingo Perón, el presidente que marcó un antes y un después en la Argentina, estaba de vuelta.
Cuando a las 11 de la mañana del 17 de noviembre de 1972 el Boeing 707 de Alitalia aterrizó en el Aeropuerto de Ezeiza asediado por una lluvia terca, comenzaban a desandarse 17 años de exilio y proscripción para Juan Domingo Perón y el movimiento peronista.
Atrás quedaba el golpe de Estado de septiembre de 1955, la huida de Perón en barco al Paraguay, los fusilamientos de José León Suárez, la cárcel y la prohibición de dirigentes obreros y militantes. También la alternancia entre gobiernos civiles y militares con una mayoría impedida.
“Después del golpe de (Juan Carlos) Onganía en junio de 1966 la resistencia del pueblo argentino fue muy fuerte”, dice el historiador Norberto Galasso a Télam.
A partir de entonces, los tiempos se aceleraron: “En los 70 se produce la muerte de (Pedro) Aramburu y el crecimiento de la guerrilla. Una situación muy difícil que hace que (Agustín) Lanusse, que era el hombre fuerte del gobierno, jugara la carta de (Roberto ) Levingston como reemplazante de Onganía. Pero Levingston no quiso ser una figura decorativa y finalmente Lanusse termina por desplazarlo y asume el poder en 1971”.
“El retorno de Perón cierra un ciclo dominado por la proscripción absoluta, el no poder ni siquiera nombrarlo, ni cantar la marcha peronista, todo eso empieza a terminar el 17 de noviembre de 1972”, destaca a Télam el historiador Felipe Pigna, quien recuerda que “Lanusse permite el retorno de Perón, a pesar de todas las cláusulas proscriptivas que intenta, porque no tenía más remedio, era eso o una convulsión social de consecuencias imprevisibles”.
“Lanunse llega a la conclusión -explica Galasso- de que hay que buscar una negociación con Perón, que ya no se puede sostener la proscripción. Intenta que Perón acepte volver pero sin ser candidato, ya que él pretendía ser el candidato institucional, y como gesto de buena voluntad le devuelve los restos de Evita y convoca a elecciones para 1973, siempre apostando a que no sea candidato”.
Perón sabía que si lograba regresar podía ser presidente y que Lanusse no tendría chances. “Perón patea el tablero y Lanusse mantiene la fecha de las elecciones, pero establece que quien no resida en el país antes del 25 de agosto de 1972 no puede presentarse. Lanusse relega sus aspiraciones pero le cierra el paso al General si no regresaba antes de esa fecha. Perón dice que va a volver, pero cuando él quiera”, asegura Galasso.
“En ese contexto -agrega Pigna- ocurre algo estratégicamente interesante, que es que Perón no va a ser candidato. Quería que la transición, que iba a ser muy dura, muy difícil, estuviera a cargo de una persona de su absoluta confianza, y decide que el candidato sea Héctor Cámpora”.
Para el autor de “Evita”, la decisión de Perón de no ser candidato, ya que el llega después del 25 de agosto, se produce “en un clima de gran intranquilidad e incertidumbre”. “Recordemos que en medio de todo eso, el 22 de agosto, se produce la Masacre de Trelew, el fusilamiento en la Base Almirante Zar de 16 guerrilleros que estaban presos en Rawson”, ejemplifica.
El consenso que despertaba la figura de Perón en la Argentina de comienzos de los años 70 tiene su expresión en la comitiva que lo acompañó de regreso al país. En el vuelo chárter que partió con el líder peronista desde Roma viajaron 153 personas, entre artistas, deportistas, científicos, sacerdotes, músicos y dirigentes sociales, sindicales y políticos, alguno de ellos de tendencias contrapuestas e incluso enfrentadas.
Acompañar a Perón no era sólo un acto de lealtad sino también de pronunciamiento a favor de una democracia sin proscripciones y con justicia social. Y también una suerte de escudo humano en torno al hombre que en aquel momento la expresaba.
Formaron parte de la delegación el sacerdote Carlos Mujica, el historiador José María Rosa, el cantante Hugo del Carril, los sindicalistas José Ignacio Rucci y Lorenzo Miguel, el futbolista José Sanfilippo, la escritora Marta Lynch, la actriz Chunchuna Villafañe, el cineasta Leonardo Favio, el médico Raúl Matera y la cantante Marilina Ross, entre muchos otros.
“La gente que acompañó a Perón en el chárter que lo trajo a Buenos Aires era muy variada, del arte, de la cultura, de la ciencia. Buscaban, de alguna manera, protegerlo ante los rumores, para nada infundados, de que pudiera sufrir un atentado. Esto era mucho más difícil que lo hicieran con toda esa gente que lo acompañaba”, recrea Pigna.
Para el historiador, la delegación “daba cuenta también de un testimonio de compromiso político y de no perder la oportunidad histórica de acompañar a Perón en su regreso al país después de tantos años de exilio y proscripción. Fue un hecho cultural, político e histórico sumamente importante”.
Perón también fue acompañado en las calles. A pesar de la lluvia que por momentos era intensa y del despliegue del Ejército, una multitud se movilizó para recibir al ex presidente. Hubo quienes incluso intentaron llegar al Aeropuerto de Ezeiza, en una jornada cuya fecha marcaría desde entonces el Día de la Militancia.
“La militancia se organizó desde el 16 a la noche. Yo participé junto a otros compañeros y recuerdo que íbamos por la ruta y nos encontramos con que el Ejército no permitía llegar al Aeropuerto. Pero la militancia se las ingenió para llegar, incluso cruzando a nado el río Matanza”, recrea Galasso.
Para Pigna “lo que se vivía era un clima de mucha incertidumbre. El centro de la escena estaba en la Autopista Richieri, en el camino a Ezeiza. Era un día lluvioso, complicado, donde las Fuerzas Armadas habían hecho un dispositivo de cierre del Aeropuerto, por lo que desde muchos kilómetros antes no se podía acceder”.
“Además, había que atravesar el río Matanza, por ejemplo, con un día lluvioso, con mucho viento, y la gente fue igual, a pesar del riesgo de vida que suponía tener enfrente a los militares armados hasta los dientes”, agrega. Y concluye: “Por eso se lo recuerda como un acto de entrega, de obstinación, de compromiso absoluto, algo que se expresó claramente aquel día”.
Desde Ezeiza, Perón se trasladó a una casa que había comprado el Partido Justicialista en Gaspar Campos 1065, en Vicente López, muy cerca de la quinta presidencial. “Se empieza a aglomerar gente alrededor de la casa y a cantar: ‘la Casa de Gobierno cambió de dirección / está en Vicente López por orden de Perón’. Entonces Perón sale varias veces a saludar a la multitud”, evoca Galasso, autor en 2005 de los dos tomos de “Perón”.
“Recuerdo que Perón hacía señas hacia determinados lugares y uno creía que lo reconocía, que lo saludaba, que se acordaba de cada uno de nosotros”, cuenta el historiador a Télam.
Perón estuvo en Gaspar Campos 27 días, ya que después iniciaría un periplo por Paraguay y Perú, antes de regresar de nuevo a Europa. Durante aquel período sentó las bases de lo que ocurría en los meses subsiguientes.
Entre los hechos más destacados se encuentran la definición de la fórmula Cámpora-Solano Lima para los comicios generales que se realizarían el 11 de marzo de 1973. “Cámpora era un hombre moderado -recuerda Galasso-, que como legislador no había brillado pero que era de confianza de Perón. En un comienzo a la Juventud Peronista la fórmula no la seduce pero después Cámpora se la va ganando, acercándose al pueblo en los barrios, yendo a jugar al villar al café, etc”.
Para Pigna otro de los hechos salientes de aquellas jornada fue el encuentro “del General con la juventud”, “un sector absolutamente novedoso en la militancia partidaria”. “Un sector nuevo que copó Vicente López, y particularmente la calle Gaspar Campos, dándole un folclore muy particular, con cantos y consignas”.
Además, el historiador recuerda que el líder peronista se reunió “con dirigentes políticos de todos los signos, fundamentalmente con Ricardo Balbín, encuentro que tenía un objetivo muy preciso para Perón, que era que el radicalismo se comprometiera a no tolerar la proscripción del peronismo y que si este no participaba en las elecciones la UCR tampoco lo hiciera”.
“Fue un encuentro entre dos personas que tenían bastante para reprocharse, ya que Balbín había estado preso durante el peronismo un largo tiempo y Perón había sufrido un golpe de Estado en el que Balbín y el radicalismo habían tenido muchísimo que ver. Sin embargo, fue un diálogo cordial, de encontrar puntos de coincidencia, para sacar al país del atolladero en el que estaba”, agrega.
Entre la ida de Perón en diciembre de 1972 y su regreso definitivo en junio de 1973 los hechos fueron vertiginosos. El 11 de marzo la fórmula Cámpora-Solano Lima gana las elecciones con el 49,5% de los votos; el 20 de junio se produce la llamada “Masacre de Ezeiza”, cuando sectores de la derecha peronista atacan a militantes identificados con la Juventud Peronista que participan del retorno definitivo de Perón al país.
Además, el 13 de julio Cámpora presenta su renuncia para permitir nuevas elecciones; y el 23 de septiembre la fórmula Perón-Perón obtiene el 61,85 % de los sufragios, dando lugar a la tercera presidencia de Perón, que se interrumpirá con su muerte el 1 de julio de 1974.
Pero la historia se escribe por partes. Y tiene sus hitos. “En aquel contexto de ascenso del movimiento juvenil Cámpora tenía una excelente imagen en la juventud, que lo llamaba El Tío, por ser algo así como el ‘hermano’ de Perón. Se sabía que era algo transitorio, que iba a gobernar en nombre de él. Cámpora al gobierno, Perón al poder”, resume Pigna.
Y agrega: “Se vota en un clima muy convulsionado, con un movimiento peronista fuertemente dividido entre la izquierda y la derecha, que va a tener su expresión muy clara en los hechos de Ezeiza, donde se ven con toda nitidez las diferencias irreconciliables entre ambos sectores”.
“Alrededor de Cámpora se gesta un gabinete interesante -subraya Galasso-, que responde en gran medida a la ebullición que había en el movimiento peronista. Incluso un sector de derecha intenta imponer la candidatura de (Manuel de) Anchorena a gobernador bonaerense y el mismo Perón pide que lo desplacen y finalmente el candidato es (Oscar) Bidegain, vinculado a la JP. También aparecen en el gabinete Jorge Taiana y Esteban Righi, este último como Ministro del Interior”.
“Hay grandes tensiones internas en lo que es un gran movimiento popular compuesto por distintas alas. En el campo sindical, hay un enfrentamiento muy fuerte entre la burocracia sindical y Montoneros. Los acontecimientos se apresuran por la presión de (Victorio) Calabró y de algunos sectores del Ejército, y también del radicalismo y de la Iglesia, que temen que el peronismo se convierta en guevarismo. Entonces presionan para que Cámpora renuncie y se hagan nuevas elecciones”, detalla Galasso.
El 17 de noviembre de 1972 clausuró una etapa dominada por la proscripción y persecución del peronismo, abrió el camino para el retorno de una democracia más amplia y plural y marcó un hito en la historia de Juan Domingo Perón, un hombre que, aún para quienes disintieron con él, resultó el gran protagonista de la Argentina del siglo XX.
Aquel día, aunque a la distancia pueda resultar frágil en sus derivaciones, todavía proyecta enseñanzas sobre actores y procesos que si bien son diferentes, irremediablemente forman parte de una historia común que de algún modo los interpela.
“Es fundamental para el peronismo la movilización popular, la ocupación de las calles, la movilización de los trabajadores y de los jóvenes militantes para pensar en un movimiento más transformador, más audaz”, asegura Galasso a la hora de pensar las derivaciones del retorno de Perón en la actualidad.
En tanto que para Pigna, “lo que debería proyectar hoy el retorno de Perón es ese acuerdo entre personas que pensaban distinto, como Perón y Balbín, que parece tan lejano”.
“Que personas que puedan tener posiciones políticas distintas -subraya- puedan tener algún tipo de acuerdo; deponer rencores y diferentes situaciones y poner por delante el futuro del país y planificar una salida a un país que está tan acostumbrado a las crisis, porque no se sale de las crisis sin un mínimo de acuerdo”.
Y solo así, tal vez, la historia, con sus grandes sucesos y protagonistas, con sus héroes anónimos e ignorados, con sus nombres y sus prohombres, no haya transcurrido en vano.
Fuente Telam