En aquellos históricos comicios ganó el candidato radical, Raúl Alfonsín, quien cargó sobre sus hombros la responsabilidad de gobernar tras siete años de la más sangrienta dictadura.
El 30 de octubre de 1983 el reclamo popular por el retorno a la democracia tuvo un mojón fundamental, cuando millones de argentinos concurrieron a las urnas en las elecciones que tuvieron al candidato radical, Raúl Alfonsín, como gran ganador y lo ungieron como Presidente electo para terminar con siete años de la más sangrienta dictadura.
Una década había pasado desde los últimos comicios: en 1973 los argentinos habían elegido a Juan Domingo Perón para hacerse cargo de la Casa Rosada. Su muerte, el interinato de María Estela Martínez de Perón y el golpe de Estado que inauguró el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional se sucedieron de manera abrupta, caótica y violenta, todo con una crisis económica de fondo.
La derrota en la Guerra de Malvinas frente al Reino Unido terminó de llevar al abismo al régimen militar, que no pudo estirar más su estadía ilegal al frente del Poder Ejecutivo y debió convocar a elecciones libres y democráticas para el 30 de octubre de 1983.
Aunque fueron varios los candidatos a Presidente que se presentaron para competir -incluso a comienzos de aquel año había lanzado su postulación el represor Emilio Eduardo Massera-, la disputa por el Sillón de Rivadavia terminó polarizada entre el radical Raúl Alfonsín y el peronista Ítalo Luder.
El oriundo de Chascomús había peleado por la candidatura de la UCR en 1973, pero había perdido la interna contra Ricardo Balbín. Por su parte, la figura del abogado rafaelino había emergido con mayor fuerza respecto de la de Antonio Cafiero, por lo que el santafesino cargó sobre sus hombros la responsabilidad de representar al PJ por primera vez desde la muerte de Perón.
En la campaña electoral, Alfonsín se rodeó de un importante grupo de profesionales, quienes volcaron sus conocimientos de publicidad para impulsar su postulación, mientras que Luder confió en el poder de movilización del peronismo.
Raúl Alfonsín votando en Chascomús. Sería el primer presidente de la vuelta a la Democracia.
El país estaba bajo el mando del dictador Reynaldo Benito Bignone, quien había quedado al frente de la dictadura tras la caída en desgracia de Leopoldo Fortunato Galtieri luego de la derrota en Malvinas.
El 12 de julio de 1983, el militar había firmado el decreto-ley 22.847 para convocar a elecciones generales a realizarse el domingo 30 de octubre.
Días antes del tan ansiado regreso de las urnas, Alfonsín y Luder encabezaron masivos cierres de campaña en la Avenida 9 de Julio: ambos quedaron en la historia, pero por distintas cuestiones.
La 9 de Julio, colapsada de militantes en el cierre de Raúl Alfonsín en 1983. Foto NA/Marcelo Ranea.
Mientras el acto del radical quedó en la memoria por su emotivo "rezo laico" recitando el Preámbulo de la Constitución Nacional, la convocatoria peronista tuvo el insólito error político del candidato a gobernador bonaerense Herminio Iglesias, quien quemó un cajón con las siglas UCR y la leyenda "Alfonsín QEPD".
Una vez llegado el día, poco más del 85% de los 18 millones de ciudadanos habilitados para sufragar se acercó a ejercer el derecho que había sido cercenado por la dictadura militar.
Aquellos comicios se realizaron bajo el texto constitucional de 1957, impuesto durante la Revolución Libertadora, que establecía el sufragio indirecto y un mandato presidencial de seis años sin posibilidad de reelección inmediata: el colegio de electores podía evitarse si uno de los candidatos obtenía 301 de los 600 asientos.
La jornada estuvo cargada de expectativa y esperanza, particularmente en aquellos jóvenes que había crecido gran parte de su vida bajo el imperio de regímenes militares: ya adultos, tenían la oportunidad de votar por primera vez.
Con gran afluencia de votantes, Alfonsín logró quedarse con 345 electores y se consagró de manera automática Presidente electo: fue la primera derrota del peronismo.
Al día siguiente a aquellos históricos comicios, Alfonsín se reunió con Luder para comprometerse a consolidar la unión nacional y fortalecer la institucionalidad en el país, así como desde el entorno del radical comenzaron los contactos con la cúpula militar para diagramar la transición.
El regreso formal de la democracia se concretaría el 10 de diciembre de 1983, en medio de festejos que desbordaron las calles y abrieron la etapa más larga sin golpes militares en la Argentina.